...Hacia fines del año 1949 y con veinte años recién cumplidos,
Miriam decidió viajar a Buenos Aires en búsqueda de una mejor formación
académica que la que podía brindarle Tinogasta, el pueblo que la viera nacer, en la provincia de Catamarca. Quería ser secretaria
ejecutiva y trabajar en alguna oficina o negocio importante de la gran ciudad.
No muy alta, delgada y de piel trigueña, sus cabellos color castaño claro,
contrastaban muy bien con su atuendo gris. Llegó a la Estación de Retiro del
Ferrocarril Belgrano con su valija de cuero, su tapado de modernas hombreras
ceñido al cuerpo y su sombrerito de ala corta medio caído sobre la ceja
izquierda, esperando que alguien le indicara dónde quedaba el Hogar de la Empleada de la Fundación Eva Perón,
recientemente inaugurado, donde ya le habían reservado un lugar. El hombre que
atendía el puesto de diarios a la entrada de la estación, le indicó que en la Avda. de Mayo 869, se
encontraba el imponente edificio. Salió rápidamente en un estado de total
asombro teñido de miedo, ante la bulliciosa ciudad que se extendía frente a
ella, para buscar algún medio de transporte que la acercara. “Un taxi será lo
mejor, podré llegar justo hasta la
puerta y a la hora indicada”.
Buenos Aires la recibió mejor de lo que había pensado. Sus
temores se disiparon y pasados unos días logró concurrir a una escuela de
Secretariado Comercial y luego emplearse como oficinista en Nestlé, una
importante fábrica de productos alimenticios, para desarrollar más tarde una
labor de secretaria totalmente profesional.
Sus aspiraciones e ideales no quedaron ahí sino que instó a
su madre para que le escribiera a Eva Perón (Evita), pidiéndole una máquina de coser con la
que poder dedicarse a una tarea lucrativa, cosiendo para las señoras del
pueblo. Pero al tener poca fe de que la carta llegara a manos de la esposa del
presidente, su madre, Lucía, se negó a mandarla por lo que fue Miriam quien se
animó a escribirla y entregarla directamente en manos de uno de los secretarios
de la Primera Dama.
“Estimada Señora “Abanderada de los Humildes”:
Pertenezco a una familia del Interior de nuestro país donde
lamentablemente no abundan todavía las fuentes de trabajo. Mi madre sabe coser
muy bien y lo hace desde siempre para la familia. Mi padre es Director de la Escuela Primaria
que él mismo fundó y que lleva su nombre. Somos una familia humilde pero
trabajadora y con gran fe y admiración por la obra social que Usted está
realizando en todo el país. El Policlínico que se ha inaugurado en la ciudad de
San Fernando del Valle de Catamarca es un modelo de salud pública y da solución
a todos los habitantes de nuestra provincia, necesitados de buena atención
médica.
A través de esta humilde carta me permito solicitarle,
querida Señora, otorgue a esta “descamisada” del pueblo de Tinogasta, una
máquina de coser para mi virtuosa madre, ya que me he enterado que se encuentra
regalando estos valiosos elementos a través de la digna Fundación que lleva su
nombre.
Por otra parte, le comento que me encuentro alojada en el
Hogar de la Empleada
recientemente fundado por Usted y que no tengo palabras para agradecer tanta
hospitalidad. ¡Gracias, gracias, gracias! Es todo lo que puedo decirle ante
tanto amor vivenciado.
Sin más y a la espera de una respuesta favorable, la saluda
su gran admiradora: Miriam Argentina Dávalos”
Luego de entregada esta carta, Miriam se afilió al Sindicato
de Empleados de la
Industria Alimenticia y trabajó con fervor para todos sus
compañeros de la fábrica. También prestó su labor desinteresada dentro de la agrupación de mujeres peronistas que ayudaban a Evita
con su acción social. Allí supo lo que era asistir a los comedores infantiles, a los
hogares de ancianos y a los múltiples pedidos de ayuda que llegaban desde las
provincias. Todo un desafío para una pobre muchacha provinciana que solo
albergaba sueños en el corazón.
Una tarde se encontraba sentada en su escritorio del
sindicato cuando la vio entrar. Rubia, imponente, con el pelo tirante hacia
atrás y un pañuelo elegantemente acomodado en la nuca, vistiendo un sencillo traje
de algodón celeste. Se paró frente a ella.
- ¿Vos sos Miriam Dávalos no? Decime, che ¿es verdad que tu
mamá es tan buena modista?
- Sí, claro, es excelente.
- Muy bien, espero que le haga provecho la máquina de coser
que mandé hoy para Tinogasta y que cuando pueda me regale aunque más no sea un
pañuelito bordado por esa estupenda máquina. Tomá, acá está el comprobante de
envío, no lo pierdas y acá está también la carta que me mandaste y otra en
respuesta que escribí para tu mamá. – Y le dio la mano con una amplia sonrisa
en su boca pintada de color rojo sangre.
Miriam quedó helada y no atinó siquiera a darle un beso como
le hubiera gustado, sino que la miró alejarse hacia el interior del local. Miró
la carta, y sacando una margarita del florero que tenía en su escritorio, la
envolvió con la misma y se la puso en el corpiño, debajo de la blusa. “La
guardo acá, muy cerca de mi corazón”, pensó la muchacha, sin dar crédito a lo
que acababa de vivir.
Demás está decir que su madre, Lucía, recibió la máquina de
coser, su padre fue invitado a participar en el Partido Peronista de la Provincia de Catamarca donde llegó a dirigente y
Miriam regresó a su pueblo con un título de Secretaria Ejecutiva. Hoy trabaja en la Casa de Ramos Generales más
importante de Tinogasta, es delegada sindical, ama de casa y líder del movimiento femenino de su provincia...
ANY CARMONA
* Del libro Mujeres Fieras - en: amazon.com
muy bueno este cuento, eres una narradora que aúna con éxito tu capacidad de investigar en la historia.
ResponderEliminarFelicitaciones!
Qué relato...felicitaciones....Graciela de Córdoba
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