TRIBUNA DE LECTORES Y ESCRITORES / Si querés colaborar con noticias y fotos o verter tu opinión, dejá tus comentarios o escribinos / periodicoquincenal@hotmail.com

miércoles, 23 de octubre de 2013

NUESTRO PERIÓDICO SE HA HECHO SEMESTRAL ¡LOS ESPERAMOS EN MARZO!

Por razones de reducción de staff y por pedido de nuestros lectores, La Cruda Verdad del Alma saldrá cada seis meses. Deseándoles ¡FELICES FIESTAS!, nos despedimos hasta Marzo de 2014...
Any Carmona (Directora) y Ricardo Coplan (Redactor)

jueves, 1 de agosto de 2013

RECOMENDADOS DE FLORENCIA BONELLI

El año pasado, el mundo editorial se revolucionó ante la aparición del libro La verdad sobre el caso Harry Quebert, no solo porque se la juzgaba una obra monumental, mezcla de Larsson, Nabokov y Philip Roth, sino porque su autor era un joven suizo de tan solo veintisiete años. A los catorce, había escrito su primer cuento, “El tigre” –el mismo título que el primer cuento de Borges–, y tras presentarlo en un concurso literario, el jurado le negó el premio porque consideró imposible que un niño escribiera de esa manera. De seguro, concluía, lo había plagiado.
Ahora, este joven, Joël Dicker, se encuentra bajo los reflectores de la fama y todas las editoriales lo codician.
La verdad sobre el caso Harry Quebert es una novela policial que transcurre en tres tiempos, los cuales son hábilmente entrelazados para ir relatando una compleja historia de amor y de muerte. Harry Quebert es un escritor norteamericano, ícono de su generación, querido, admirado y respetado. El día en que se descubre el cadáver de la adolescente Nola Kellergan en su jardín, todo sale a la luz: treinta y tres años atrás, Quebert, ya un adulto, y Nola, una quinceañera, se habían enamorado y vivido un apasionado romance. Treinta y tres años atrás, Nola había desaparecido y nunca habían vuelto a saber de ella. Hasta que, por accidente, sus huesos son descubiertos en la propiedad de Quebert. Entonces, se desata el escándalo, y el famoso escritor termina tras las rejas.
Marcus Goldman es también un escritor famoso, discípulo de Quebert, a quien admira y quiere como a un padre. Goldman se niega a creer en los cargos levantados contra su maestro, y por tanto se embarca en una investigación febril para descubrir la verdad y salvarlo de la silla eléctrica. En esa búsqueda, Goldman se dará cuenta de que nada es lo que parece en el caso de Harry Quebert.
Tiempo atrás, en los agradecimientos de mi novela Caballo de fuego, le agradecí a mi amiga, la escritora Soledad Pereyra, sus comentarios sobre aviación de guerra, tema que domina y que la apasiona. En esa oportunidad, mencioné su novela Desmesura y mi deseo de que algún día fuese publicada. Pues ese día ha llegado. Ahora podrán disfrutar de la turbulenta y prohibida historia de amor de Duma y Alma, en un marco histórico muy importante de la Argentina: la Guerra de las Malvinas.
A principios de 1982, Duma es un aviador de la Fuerza Aérea, estacionado en la base militar de Tandil. Alma forma parte del cuerpo médico de la misma base. La atracción que siente el uno por el otro es irrefrenable e innegable. Pero su amor es imposible.
Les aseguro que será uno de esos libros que leerán en pocos días y con ansiedad.
Solo lo encontrarán en versión digital en este link de Amazon.com.
Siguiendo con nuestro ciclo de Beethoven, la sugerencia para esta ocasión es la Sinfonía número 3 (opus 55). Tengo la impresión de que en esta composición se empieza a ver al verdadero Beethoven, el que estaba destinado a romper moldes y a cambiar los dogmas de la música. Se la conoce como “Heroica”, aunque su título original era “Napoleón”, por estar dedicada a Napoleón Bonaparte, cuyos ideales republicanos y revolucionarios, Beethoven admiraba y compartía. ¿Han notado que en ningún retrato Beethoven aparece con peluca, símbolo de las personas de clase y alcurnia? Justamente, se negaba a llevar peluca por estos ideales de igualdad que lo dominaban.
Así que, cuando Napoleón se coronó emperador, Beethoven enfureció. En su opinión, el corso terminaría por convertirse en un tirano, al igual que los demás monarcas a quienes tanto había combatido. Por eso, tachó el nombre de “Napoleón” de la partitura y la tituló “Heroica”.
Terminó de componer esta obra en 1804 y la estrenó en abril de 1805 en Viena, con Beethoven como director de la orquesta.
A la crítica de su época le pareció larguísima y pesada, también deshilvanada. Yo considero que es magistral.
Una querida amiga, Anita Barberini, me regaló uno de sus libros predilectos. Lo sacó de su biblioteca y, con la generosidad que la caracteriza, me lo entregó. Se titula Frases que han hecho historia, de Carlos Fisas. Entiendo que está agotado, pero si lo ven en alguna feria de usados, no duden en comprarlo.
Se trata del análisis de frases que escuchamos a menudo, pero de las cuales no conocemos el origen, como por ejemplo “rico como Creso”, “e pur si muove”, “Dios me perdonará, es su oficio”, etcétera. Fisas, en su afán por explicarlas, nos enseña mucho más que el significado de los conocidos refranes.
No es un misterio que la astrología es un tema que me interesa. La encuentro una herramienta fundamental para la vida, para conocernos a nosotros mismos y a los demás, para comprendernos y saber dónde radican nuestros talentos y nuestras flaquezas. Por eso escribí Nacida bajo el signo del Toro, y no es casualidad que la haya escrito para los adolescentes, porque considero que sobre todo desde jóvenes tenemos que aprender que el autoconocimiento es una parte fundamental de nuestro camino hacia la elevación.
Por esto, quiero hablarles de un excelente libro que trata sobre la compatibilidad de los signos y el amor. Se titula El zodíaco y las relaciones, y sus autores son Beatriz Leveratto y Alejandro Lodi. Lo acertado de cada análisis y el profundo conocimiento de cada signo me impulsan a recomendarla con entusiasmo.

FLORENCIA BONELLI

EN ESTE NÚMERO JULIO/2013

  • MUSEOS DE BUENOS AIRES: Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken
  • FERNANDO PESSOA, REFERENTE DE LA POESÍA PORTUGUSA 
  • POEMAS DE FERNANDO PESSOA 
  • EL CAFÉ TORTONI, LUGAR DE POETAS Y AMANTES DE LA H..
  • AGENDA LITERARIA 2ª QUINCENA JULIO 
  • LAS RUINAS CIRCULARES por JORGE LUIS BORGES
  • EDIFICIOS HISTÓRICOS DE BUENOS AIRES: PALACIO DE AGUAS CORRIENTES

martes, 30 de julio de 2013

MUSEOS DE BUENOS AIRES: Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken

El Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken es un museo dedicado a la preservación y difusión del arte cinematográfico argentino, ubicado en la Ciudad de Buenos Aires. El patrimonio del museo fue donado por la viuda de Ducrós Hicken, ya que el material pertenecía a la colección particular de ese ensayista argentino. En la actualidad alberga también colecciones de otros orígenes, como por ejemplo del desaparecido Museo Nacional del Cine.

Historia de las sedes del museo

Fue fundado en octubre de 1971, y su primera sede funcionaba dentro del Teatro San Martín. Luego fue mudado a la sede de una fundación desaparecida, el exInstituto Torcuato Di Tella. A continuación estuvo un tiempo en el antiguo edificio del Asilo General de Ancianos de Plaza Francia (Asilo General Viamonte), hoy sede el Centro Cultural Recoleta. En 1983 fue trasladado a otro edificio céntrico ubicado en la calle Sarmiento, donde permaneció hasta 1997, cuando fue mudado a Defensa 1220, en el histórico barrio de San Telmo. Después de un prolongado período sin sede alguna, durante el cual la colección estuvo precariamente almacenada en un galpón del barrio de Barracas1 , en Buenos Aires, pasó a ocupar un ámbito importante en la zona portuaria de la Boca, calle Caffarena n° 49. Se trata de un histórico edificio anexo a la Usina Eléctrica Dársena Sud, inicialmente construido para alojamiento del personal jerárquico de una de las antiguas compañías distribuidoras de electricidad de la ciudad, la CIAE ("Compañía Ítalo Argentina de Electricidad", en realidad de capitales suizos).

Funcionando desde junio de 2011 en el histórico edificio de ladrillos vistos, de estilo romántico lombardo, inaugurado en 1916, el Museo cuenta ahora con salas de exposición permanente y temporaria, un microcine para 50 personas, un centro de documentación con biblioteca, videoteca y hemeroteca, talleres de conservación, un departamento de museología, curaduría e investigaciones, un centro de catalogación, una isla de edición, un laboratorio de preservación digital y un área de producción audiovisual, depósitos de material no fílmico con como más de 400 aparatos de registro y reproducción de imágenes (hay equipos Lumière, Pathé y Gaumont, cámaras fotográficas caseras, proyectores. moviolas y visionadoras profesionales). El Museo cuenta también con 3.000 afiches originales de películas argentinas, 360 bocetos de escenografía y vestuario y 400 piezas de vestuario utilizadas en filmes argentinos, y 60.000 fotografías de películas y personalidades del cine.

Riqueza fílmica



Indiscutiblemente, lo más valioso de la colección del Museo son sus 65.000 rollos de películas de 16 y 35 milímetros, que incluyen desde producciones de los primeros años del cine mudo hasta las más modernas. En 2008 se halló en este archivo la única copia prácticamente completa de una de las joyas del período mudo, el filme alemán Metrópolis: 26 minutos que se consideraban perdidos, y que han permitido lanzar una edición remasterizada de esa obra de Fritz Lang. Completan el acervo del museo 12.000 latas del noticiero cinematográfico Sucesos Argentinos, que abarcan 40 años de ediciones a partir de 1938, y una cifra similar de latas del archivo fílmico de noticias del Canal 9 de Buenos Aires. Existe el proyecto de habilitar otro edificio, dotado de condiciones especiales de seguridad, para guardar convenientemente los materiales muy inflamables de la producción cinematográfica anterior a la era digital.

FERNANDO PESSOA, REFERENTE DE LA POESÍA PORTUGUSA

Fernando Pessoa


(Lisboa, 1888- id., 1935) Poeta portugués. Pasó su infancia y juventud en la República de Sudáfrica e inició estudios de derecho en la Universidad de El Cabo, y regresó a Lisboa en 1905. Inició su obra literaria en inglés, aunque a partir de 1908 creció su interés por la lengua portuguesa.

Su obra es una de las más originales de la literatura portuguesa y fue, junto con Sá Carneiro, uno de los introductores en su país de los movimientos de vanguardia. A partir de 1914 proyectó su obra sobre tres heterónimos: Ricardo Reis, Álvaro de Campos y Alberto Caeiro, para quienes inventó personalidades divergentes y estilos literarios distintos. Frente a la espontaneidad expresiva y sensual de Caeiro, Ricardo Reis trabaja minuciosamente la sintaxis y el léxico, inspirándose en los arcadistas del siglo XVIII. Álvaro de Campos evoluciona desde una estética próxima a la de Whitman hasta unas preocupaciones metafísicas en la tarea de explicar la vida desde una perspectiva racional.
 
Sobre estos desdoblamientos del poeta en varias personalidades, se reflejan sus distintos yos conflictivos, y elabora su propia obra poética, a veces experimental, una de las más importantes del siglo XX y que en su mayor parte permaneció inédita hasta su muerte. Su poesía, que supone un intento por superar la dualidad entre razón y vida, fue recogida en los volúmenes Obras completas: I. Poesías, 1942, de Fernando Pessoa; II. Poesías, 1944, de Álvaro de Campos; III. Poemas, 1946, de Alberto Caeiro; IV. Odas, 1946, de Ricardo Reis; V. Mensagem, 1945; VI. Poemas dramáticos; VII. y VIII. Poesías inéditas, 1955-1956.


Su obra ensayística ha sido recogida en Páginas íntimas de autointerpretación (1966), Páginas de estética y de teoría y crítica literarias (1967) y Textos filosóficos (1968). En 1982 apareció Libro del desasosiego, compendio de apuntes, aforismos, divagaciones y fragmentos del diario que dejó al morir.

POEMAS DE FERNANDO PESSOA



Abdicación

Tómame, oh noche eterna, en tus
brazos y llámame hijo.

Yo soy un rey que
voluntariamente abandoné mi
trono de ensueños y cansancios.

Mi espada, pesada en brazos
flojos, a manos viriles
y calmas entregué;
y mi cetro y corona yo los dejé
en la antecámara, hechos pedazos.

Mi cota de malla, tan inútil,
mis espuelas, de un tintineo tan fútil,
las dejé por la fría escalinata.

Desvestí la realeza, cuerpo y alma,
y regresé a la noche antigua y serena
como el paisaje al morir el día.

Versión de F. Gutiérrez

Ah! La angustia, la abyecta rabia, la desesperación...

Ah! La angustia, la abyecta rabia, la desesperación
De no yacer en mí mismo desnudo
Con ánimo de gritar, sin que sangre el seco corazón
En un último, austero alarido!

Hablo -las palabras que digo son nada más un sonido:
Sufro -Soy yo.
Ah, extraer de la música el secreto, el tono
De su alarido!

Ah, la furia -aflicción que grita en vano
Pues los gritos se tensan
Y alcanzan el silencio traído por el aire
En la noche, nada más allí!

Enero 15 de 1920

Versión de Rafael Díaz Borbón

 Amor es lo esencial...

Amor es lo esencial.
Sexo, mero accidente.
Puede ser igual
O diferente.
El hombre no es un animal:
Es carne inteligente,
Aunque algunas veces enferma.

(5.4.35)
Versión de Rafael Díaz Borbón

Autopsicografía

El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que de veras siente.

Y quienes leen lo que escribe,
Sienten, en el dolor leído,
No los dos que el poeta vive
Sino aquél que no han tenido.

Y así va por su camino,
Distrayendo a la razón,
Ese tren sin real destino
Que se llama corazón.

Versión de Santiago Kovadloff

 Como si cada beso...

Como si cada beso
Fuera de despedida,
Cloé mía, besémonos, amando.
Tal vez ya nos toque
En el hombro la mano que llama
A la barca que no viene sino vacía;
Y que en el mismo haz
Ata lo que fuimos mutuamente
Y la ajena suma universal de la vida.

EL CAFÉ TORTONI, LUGAR DE POETAS Y AMANTES DE LA HISTORIA


Avenida de Mayo 825


Fundado en 1858 por un inmigrante francés, es el café más antiguo de Buenos Aires. En 1898 se abrió la magnífica puerta sobre Avenida de Mayo. La fachada es obra del arquitecto Alejandro Christophersen. Dos décadas más tarde, el Tortoni ya era centro de reunión de la intelectualidad porteña. En el interior del café, cuadros, poemas y bustos dan cuenta de su historia. En el Tortoni se presentan espectáculos de jazz y de tango; al fondo se puede jugar al pool. En su menú subsisten algunas bebidas en extinción, como la leche merengada.
subir.

jueves, 25 de julio de 2013

AGENDA LITERARIA 2ª QUINCENA JULIO

Lunes - 22
GENTE DE LUNES

Todos los lunes de 17 a 19 h
Biblioteca William Morris. Güemes 4621 -CABA-
* Reunión del grupo "Gente de Lunes"
Coordinación: Silvia Mazar


Miércoles - 24
CICLO LITERARIO TÉ CON PALABRAS

Miércoles 24 de julio 18:30 h
SADE. Uruguay 1371, 3º -CABA-
* Poetas Invitados: Rafael Felipe Oteriño - Enrique Bossero - Daniel Grad.
Presentación de Libro: "Borges paso a paso" de Isabel Zwanck.
Ronda de lecturas.
Coordinación: Marta de París, Martha Salas, Graciela Bucci y María Paula Mones Ruiz.


POESÍA EN EL BAR BRITÁNICO

Miércoles 24 de julio 21 h
Bar Británico. Defensa y Brasil -CABA-
* Poetas Invitados: Sylvia Cirilho - Oscar Conde - Patricio Foglia - Julián López.
Música: Pedro Nazar.


PRESENTACIÓN DE REVISTA

Miércoles 24 de julio 19 h
Café Vinilo. Gorriti 3780 -CABA-
* "Presentación de la Revista "CASQUIVANA
...García Hermosi va a estar leyendo a Margarita García Robayo.
... Conrado Geiger va a estar leyendo a Tomás Downey
...Hernan Domínguez Nimo va a estar leyendo a Franco Torchia (Cupido).
...Jerónimo Moretti va a estar leyendo a Hernán Panessi.
...Jimena Arnolfiva a estar leyendo a Marina Arias.


JITANJÁFORA
XIII JORNADA
La Literatura y la Escuela

Mar del Plata
-24 de agosto 2013-


"EL JARDÍN SECRETO"
Documental sobre Diana Bellessi

Cine Cosmos/ Av. Corrientes 2046 -CABA-
Jueves a domingo durante julio 2013
Trailer


CERTAMEN NACIONAL DE POESÍA Y CUENTO BREVE

Bodas de Oro de la Biblioteca Popular Escolar Almafuerte de Ramos Mejía
Bases:


Clínica de Escritura Poética
de la Biblioteca nacional


Jueves - 25

RADIO "LUNA ENLOZADA"

Jueves 25 de julio 20 a 21 h
Radio Arinfo "Mente Libre" por Internet -CABA-
* Escritora Invitada: Carolina Massola.
Conduce: Daniel Grad.
Clic aquí para escuchar la radio por Internet


CICLO CARNE ARGENTINA

Jueves 25 de julio 21 h
Bar La Tribu. Lambaré 873 -CABA-
* Leen: Edgardo Cozarinsky - Miguel Ángel Petrecca - Liliana García Carril - Maga Etchebarne - Mauro Libertella.
Entrada gratis.


CICLO FICCIONES

Jueves 25 de julio 19 h
CC: de la Cooperación. Av. Corrientes 1543, 3º(sala Meyer Dubrovsky) -CABA-
* Narradores: Carolina Bruck - Mauricio Alejandro Koch.


CICLO DE POESÍA "LA METÁFORA ARDIENTE"

4º Jueves de cada mes 19 h
Espacio Y. Mansilla 2982 PB. -CABA-
* Poetas invitados: Máximo Simpson - Susana Cattáneo - Ivana Szac - Nicolás Antonioli.
Coordinan: María Chapp y Wenceslao Maldonado.

           
TALLER DE POESÍA
EDUARDO ESPÓSITO
Lunes de 17 a 19: Macondo Libros. Av. España 401. Gral. Rodríguez. Tel: 0237 484-0276. Arancelado
Martes de 18 a 20: Librería García. Joly 2874. Moreno. Tel: 0237 462-1713. Arancelado
Jueves y viernes de 18 a 20: Casa de la Cultura. Dr. Vera 247. Moreno. Tel: 0237 462-2144. Gratuitos


Taller Performático
-Poesía en acción-

En la Biblioteca Nacional
Los Miércoles 18 h
Coordinan:
Laura Szwarc y Susana Szwarc
susanaszwarc1@gmail.com


Viernes - 26
MALDITA GINEBRA

Los Viernes 23 h
Casa del Papacho. Av. Corrientes 3416 -CABA-
* VOLVEMOS (los ex-ginebreros), Y SEREMOS SILLONES ¿NOMBRE? de momento: "FILOSOFÍA Y TETRAS" (de la UVA)... la misma bosta pero con distinto olor.


LOS POETAS DEL ENCUENTRO


2º y 4º viernes de cada mes 19:30 h
Biblioteca Popular Diego Pombo. Calle 70 Nº 3357 (ex La Crujia 473) -San Andrés, Ptdo. San Martín., Pcia. Bs. As.-
* Rondas de Poesía - Música y Canto.
Música
Entrada libre y gratuita.

           
ABORDAJES POÉTICOS /
TALLER DE LECTOESCRITURA
Coordina: Sandra Pien


TALLER DE APOA
EN EL HOSPITAL MOYANO

Sábado - 27
BELISAMA

4º sábado de cada mes 18 h
The Rozz. Medrano 152 -CABA-
* Poetas Invitados: Marcela García Ferré - Carlos Kuraiem - Marcela Lokdos - Elisabeth Molver.
Presentación Libros de: Verónica Ruscio y Teresa Vaccaro.
Narradora Cantante: Mariela De la Sota
Música: Emilio Pablo
Coordinan: Liliana Varela, Susana Cattáneo - Patricia Ortiz.
Micrófono abierto


CAFÉ LITERARIO "EL ARCÓN"

4º sábado de cada mes 18 h
Café Cultural Bien Bohemio. Sánchez de Loria 745 -CABA-
* Micrófono abierto.
Coordinan: Ana María Sanchis y Enid Pereda Girón.

           
Domingo - 28
SAN ANTONIO DE PADUA

Último domingo de cada mes 16 a 18:30 h
Biblioteca Popular Ricardo Güiraldes. Volta 1374, 1º (1/2 cuadra de estación) -SAN ANTONIO DE PADUA-
* Invitada especial:
Micrófono abierto.

          

domingo, 21 de julio de 2013

LAS RUINAS CIRCULARES por JORGE LUIS BORGES

Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend no está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra. Lo cierto es que el hombre gris besó el fango, repechó la ribera sin apartar (probablemente, sin sentir) las cortaderas que le dilaceraban las carnes y se arrastró, mareado y ensangrentado, hasta el recinto circular que corona un tigre o caballo de piedra, que tuvo alguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza. Ese redondel es un templo que devoraron los incendios antiguos, que la selva palúdica ha     profanado y cuyo dios no recibe honor de los hombres. El forastero se tendió bajo el pedestal. Lo despertó el sol alto. Comprobó sin asombro que las heridas habían cicatrizado; cerró los ojos pálidos y durmió, no por flaqueza de la carne sino por determinación de la voluntad. Sabía que ese templo era el lugar que requería su invencible propósito; sabía que los árboles incesantes no habían logrado estrangular, río abajo, las ruinas de otro templo propicio, también de dioses incendiados y muertos; sabía que su inmediata obligación era el sueño. Hacia la medianoche lo despertó el grito inconsolable de un pájaro. Rastros de pies descalzos, unos higos y un cántaro le advirtieron que los hombres de la región habían espiado con respeto su sueño y solicitaban su amparo o temían su magia. Sintió el frío del miedo y buscó en la muralla dilapidada un nicho sepulcral y se tapó con hojas desconocidas.
El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma; si alguien le hubiera preguntado su propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior, no habría acertado a responder. Le convenía el templo inhabitado y despedazado, porque era un mínimo de mundo visible; la cercanía de los leñadores también, porque éstos se encargaban de subvenir a sus necesidades frugales. El arroz y las frutas de su tributo eran pábulo suficiente para su cuerpo, consagrado a la única tarea de dormir y soñar.
Al principio, los sueños eran caóticos; poco después, fueron de naturaleza dialéctica. El forastero se soñaba en el centro de un anfiteatro circular que era de algún modo el templo incendiado: nubes de alumnos taciturnos fatigaban las gradas; las caras de los últimos pendían a muchos siglos de distancia y a una altura estelar, pero eran del todo precisas. El hombre les dictaba lecciones de anatomía, de cosmografía, de magia: los rostros escuchaban con ansiedad y procuraban responder con entendimiento, como si adivinaran la importancia de aquel examen, que redimiría a uno de ellos de su condición de vana apariencia y lo interpolaría en el mundo real. El hombre, en el sueño y en la vigilia, consideraba las respuestas de sus fantasmas, no se dejaba embaucar por los impostores, adivinaba en ciertas perplejidades una inteligencia creciente. Buscaba un alma que mereciera participar en el universo.
A las nueve o diez noches comprendió con alguna amargura que nada podía esperar de aquellos alumnos que aceptaban con pasividad su doctrina y sí de aquellos que arriesgaban, a veces, una contradicción razonable. Los primeros, aunque dignos de amor y de buen afecto, no podían ascender a individuos; los últimos preexistían un poco más. Una tarde (ahora también las tardes eran tributarias del sueño, ahora no velaba sino un par de horas en el amanecer) licenció para siempre el vasto colegio ilusorio y se quedó con un solo alumno. Era un muchacho taciturno, cetrino, díscolo a veces, de rasgos afilados que repetían los de su soñador. No lo desconcertó por mucho tiempo la brusca eliminación de los condiscípulos; su progreso, al cabo de unas pocas lecciones particulares, pudo maravillar al maestro. Sin embargo, la catástrofe sobrevino. El hombre, un día, emergió del sueño como de un desierto viscoso, miró la vana luz de la tarde que al pronto confundió con la aurora y comprendió que no había soñado. Toda esa noche y todo el día, la intolerable lucidez del insomnio se abatió contra él. Quiso explorar la selva, extenuarse; apenas alcanzó entre la cicuta unas rachas de sueño débil, veteadas fugazmente de visiones de tipo rudimental: inservibles. Quiso congregar el colegio y apenas hubo articulado unas breves palabras de exhortación, éste se deformó, se borró. En la casi perpetua vigilia, lágrimas de ira le quemaban los viejos ojos.
Comprendió que el empeño de modelar la materia incoherente y vertiginosa de que se componen los sueños es el más arduo que puede acometer un varón, aunque penetre todos los enigmas del orden superior y del inferior: mucho más arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara. Comprendió que un fracaso inicial era inevitable. Juró olvidar la enorme alucinación que lo había desviado al principio y buscó otro método de trabajo. Antes de ejercitarlo, dedicó un mes a la reposición de las fuerzas que había malgastado el delirio. Abandonó toda premeditación de soñar y casi acto continuo logró dormir un trecho razonable del día. Las raras veces que soñó durante ese período, no reparó en los sueños. Para reanudar la tarea, esperó que el disco de la luna fuera perfecto. Luego, en la tarde, se purificó en las aguas del río, adoró los dioses planetarios, pronunció las sílabas lícitas de un nombre poderoso y durmió. Casi inmediatamente, soñó con un corazón que latía.
Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado, color granate en la penumbra de un cuerpo humano aun sin cara ni sexo; con minucioso amor lo soñó, durante catorce lúcidas noches. Cada noche, lo percibía con mayor evidencia. No lo tocaba: se limitaba a atestiguarlo, a observarlo, tal vez a corregirlo con la mirada. Lo percibía, lo vivía, desde muchas distancias y muchos ángulos. La noche catorcena rozó la arteria pulmonar con el índice y luego todo el corazón, desde afuera y adentro. El examen lo satisfizo. Deliberadamente no soñó durante una noche: luego retomó el corazón, invocó el nombre de un planeta y emprendió la visión de otro de los órganos principales. Antes de un año llegó al esqueleto, a los párpados. El pelo innumerable fue tal vez la tarea más difícil. Soñó un hombre íntegro, un mancebo, pero éste no se incorporaba ni hablaba ni podía abrir los ojos. Noche tras noche, el hombre lo soñaba dormido.
En las cosmogonías gnósticas, los demiurgos amasan un rojo Adán que no logra ponerse de pie; tan inhábil y rudo y elemental como ese Adán de polvo era el Adán de sueño que las noches del mago habían fabricado. Una tarde, el hombre casi destruyó toda su obra, pero se arrepintió. (Más le hubiera valido destruirla.) Agotados los votos a los númenes de la tierra y del río, se arrojó a los pies de la efigie que tal vez era un tigre y tal vez un potro, e imploró su desconocido socorro. Ese crepúsculo, soñó con la estatua. La soñó viva, trémula: no era un atroz bastardo de tigre y potro, sino a la vez esas dos criaturas vehementes y también un toro, una rosa, una tempestad. Ese múltiple dios le reveló que su nombre terrenal era Fuego, que en ese templo circular (y en otros iguales) le habían rendido sacrificios y culto y que mágicamente animaría al fantasma soñado, de suerte que todas las criaturas, excepto el Fuego mismo y el soñador, lo pensaran un hombre de carne y hueso. Le ordenó que una vez instruido en los ritos, lo enviaría al otro templo despedazado cuyas pirámides persisten aguas abajo, para que alguna voz lo glorificara en aquel edificio desierto. En el sueño del hombre que soñaba, el soñado se despertó.
El mago ejecutó esas órdenes. Consagró un plazo (que finalmente abarcó dos años) a descubrirle los arcanos del universo y del culto del fuego. Íntimamente, le dolía apartarse de él. Con el pretexto de la necesidad pedagógica, dilataba cada día las horas dedicadas al sueño. También rehizo el hombro derecho, acaso deficiente. A veces, lo inquietaba una impresión de que ya todo eso había acontecido... En general, sus días eran felices; al cerrar los ojos pensaba: Ahora estaré con mi hijo. O, más raramente: El hijo que he engendrado me espera y no existirá si no voy.
Gradualmente, lo fue acostumbrando a la realidad. Una vez le ordenó que embanderara una cumbre lejana. Al otro día, flameaba la bandera en la cumbre. Ensayó otros experimentos análogos, cada vez más audaces. Comprendió con cierta amargura que su hijo estaba listo para nacer -y tal vez impaciente. Esa noche lo besó por primera vez y lo envió al otro templo cuyos despojos blanqueaban río abajo, a muchas leguas de inextricable selva y de ciénaga. Antes (para que no supiera nunca que era un fantasma, para que se creyera un hombre como los otros) le infundió el olvido total de sus años de aprendizaje.
Su victoria y su paz quedaron empañadas de hastío. En los crepúsculos de la tarde y del alba, se prosternaba ante la figura de piedra, tal vez imaginando que su hijo irreal ejecutaba idénticos ritos, en otras ruinas circulares, aguas abajo; de noche no soñaba, o soñaba como lo hacen todos los hombres. Percibía con cierta palidez los sonidos y formas del universo: el hijo ausente se nutría de esas disminuciones de su alma. El propósito de su vida estaba colmado; el hombre persistió en una suerte de éxtasis. Al cabo de un tiempo que ciertos narradores de su historia prefieren computar en años y otros en lustros, lo despertaron dos remeros a medianoche: no pudo ver sus caras, pero le hablaron de un hombre mágico en un templo del Norte, capaz de hollar el fuego y de no quemarse. El mago recordó bruscamente las palabras del dios. Recordó que de todas las criaturas que componen el orbe, el fuego era la única que sabía que su hijo era un fantasma. Ese recuerdo, apaciguador al principio, acabó por atormentarlo. Temió que su hijo meditara en ese privilegio anormal y descubriera de algún modo su condición de mero simulacro. No ser un hombre, ser la proyección del sueño de otro hombre ¡qué humillación incomparable, qué vértigo! A todo padre le interesan los hijos que ha procreado (que ha permitido) en una mera confusión o felicidad; es natural que el mago temiera por el porvenir de aquel hijo, pensado entraña por entraña y rasgo por rasgo, en mil y una noches secretas.

El término de sus cavilaciones fue brusco, pero lo prometieron algunos signos. Primero (al cabo de una larga sequía) una remota nube en un cerro, liviana como un pájaro; luego, hacia el Sur, el cielo que tenía el color rosado de la encía de los leopardos; luego las humaredas que herrumbraron el metal de las noches; después la fuga pánica de las bestias. Porque se repitió lo acontecido hace muchos siglos. Las ruinas del santuario del dios del fuego fueron destruidas por el fuego. En un alba sin pájaros el mago vio cernirse contra los muros el incendio concéntrico. Por un instante, pensó refugiarse en las aguas, pero luego comprendió que la muerte venía a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos. Caminó contra los jirones de fuego. Éstos no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo.


JORGE LUIS BORGES

EDIFICIOS HISTÓRICOS DE BUENOS AIRES: PALACIO DE AGUAS CORRIENTES

El Palacio de Aguas Corrientes (llamado oficialmente Gran Depósito Ingeniero Guillermo Villanueva) es un edificio emblemático de la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Fue construido para alojar los tanques de suministro de agua corriente de la creciente ciudad a fines del siglo XIX, envueltos en una arquitectura suntuosa de materiales importados. Se encuentra en la Avenida Córdoba nº 1950, barrio de Balvanera y es un Monumento Histórico Nacional.
En la segunda mitad del siglo XIX, la ciudad de Buenos Aires comenzó a crecer rápidamente, recibiendo sucesivas oleadas migratorias y consolidándose como puerto. El progresivo aumento de la población trajo con él los problemas del hacinamiento y la falta de preparación de los servicios públicos para abastecer a una cantidad cada vez mayor de personas.
Las epidemias comenzaron a abundar: en 1867 el cólera mató a 1500 personas, en 1869 la tifoidea mató a 500, y en 1871 aconteció la histórica epidemia de fiebre amarilla que se llevó a 14000 de las 178000 personas que vivían en Buenos Aires.
Ante los signos alarmantes del deficiente sistema de agua potable, las autoridades del recién unificado país tomaron la decisión de proveer a la capital de una red de agua corriente de avanzada, aprovechando una época de abundancia económica y de prosperidad. Siguiendo los planes del ingeniero civil inglés John Bateman de 1886, el gobierno nacional decidió que el depósito de aguas se instalaría en la zona norte de la ciudad, y se proveería a la misma de caños subterráneos, con la voluntad de que el edificio del depósito fuera un edificio fastuoso, cuyo presupuesto alcanzó los 5.531.000 de pesos fuertes.
La compañía Bateman, Parsons & Bateman estuvo a cargo del proyecto, y al poco tiempo se decidió privatizar las obras de salubridad debido a la falta de fondos del Estado.2 La compañía Samuel B. Hale y Co. se hizo cargo de los trabajos, adjudicando los trabajos de fachada exterior a Juan B. Médici, que fueron dirigidos por el ingeniero sueco Carlos Nystönner y el arquitecto noruego Olof Boye (empleados de Bateman, Parsons & Bateman). Las obras comenzaron en 1887, emplearon a 400 obreros y finalizaron en 1894,1 siendo inaugurado el edificio por el presidente Luis Sáenz Peña.
Sucesivamente, el depósito fue operado por Obras Sanitarias de la Nación (que ubicó allí sus oficinas hacia 1930), Aguas Argentinas y Agua y Saneamientos Argentinos (actualmente). En 1989, mediante el decreto 325, el Palacio de Aguas Corrientes se transformó en Monumento Histórico Nacional.
El edificio es uno de los más exuberantes de Buenos Aires, y una muestra de la arquitectura ecléctica que encantaba a las clases altas que gobernaron la Argentina hasta 1916. El estilo puede encuadrarse dentro del impuesto en el Segundo Imperio Francés, y se destacan las piezas de cerámica policromada y los abundantes ornamentos en la fachada.
En sus tres niveles, contiene 12 tanques de agua (provistos por la firma belga Marcinelle et Coulliet según licitación de diciembre de 18862 ) con capacidad total de 72 millones de litros de agua, con un peso calculado de 135000 toneladas. Estos son sostenidos por una estructura portante de vigas, columnas y cabriadas metálicas. Las paredes son de hasta 1,80 metro de espesor, y sostienen a las 180 columnas, distanciadas seis metros entre sí. Se levantaron con ladrillos cocinados en un establecimiento que se instaló en la localidad de San Isidro. En el centro del palacio, un patio interno provee de luz y aire a los ambientes.
Sin embargo, es la fachada lo más conocido y admirado del Palacio de Aguas Corrientes. Su revestimiento fue realizado en 130 mil ladrillos esmaltados y 300 000 piezas de cerámica importados de Bélgica1 e Inglaterra y numerados para facilitar su colocación. Las piezas de mármol que pretendían cubrir la fachada en el proyecto original fueron reemplazadas por piezas de terracota elaboradas en las fábricas Royal Doulton & Co., de Londres, y Burmantofts Company, de Leeds. Los techos fueron realizados en pizarra verde traída de Francia.

La idea de transformar un depósito de tanques de agua en un palacio ha recibido numerosas críticas, en general en relación con la falta de necesidad de dotar a una instalación de este tipo de semejante lujo, considerándolo una exageración y un derroche. Sin embargo, era usual en esos tiempos que edificios de funciones utilitarias, como depósitos o terminales ferroviarias, fueran envueltas en exteriores de aspecto palaciego.

martes, 2 de julio de 2013

EN ESTE NÚMERO JUNIO/2013

  • RESTAURANTES DE BUENOS AIRES: LOS MÁS ORIGINALES
  • DOS CASAS HISTÓRICAS DE BUENOS AIRES
  • A LA DERIVA - UN CUENTO DE HORACIO QUIROGA
  • CARTAS A UN JOVEN POETA DE RAINER MARIA RILKE - 3RA. ENTREGA
  • MUSEO NACIONAL DE ARTE ORIENTAL
  • POESÍAS DE ALFONSINA STORNI
  • AGENDA LITERARIA DE FIN DE JUNIO
  • LIBRERÍA EL GLYPTODON: Un rincón de Buenos Aires

RESTAURANTES DE BUENOS AIRES: LOS MÁS ORIGINALES

En un galpón ferroviario: El Gato Viejo



Al costado de las vías del tren que llega a Retiro, a la altura de Avenida del Libertador y Suipacha, ingresando por un camino de tierra y adoquines funciona el atelier-vivienda- y también bodegón del artista del reciclaje Carlos Regazzoni. En este refugio gastronómico con aspecto de mercado de pulgas, los olores que emanan la cocina económica y los calderos de hierro recuerdan a la comida del campo, básica y sabrosa. No esperes mantel: todo es rústico. Se come lo que a Regazzoni se le antoje: empanadas, paella de mariscos, cintas caseras acompañadas de un ragú de rabo de buey, calamaretis a la sartén. Siempre con mucho vino. Abre sólo los jueves, viernes y sábado por la noche. Conviene llamar antes al 4315-3663. Contra lo que pueda creerse, es un lugar de culto frecuentado por “gente bien”, con espíritu bohemio-chic. 


 Fuente: Planeta Joy

DOS CASAS HISTÓRICAS DE BUENOS AIRES

CASA AMARILLA




En pleno barrio de La Boca otra de las visitas imperdibles es la Casa Amarillla (Calle Almirante Brown 401), una réplica de la vivienda donde habitó el almirante Brown, un famoso marino irlandés creador de la primera flota naval de la Argentina. En el lugar funciona hoy el Instituto histórico de Estudios Navales, lindero a uno de los clubes de fútbol más famosos del país.

CASA DE LA VIRREINA





En el vecino barrio de San Telmo otras opciones son la Casa del Virrey Liniers (foto)(Venezuela 400), construida en el siglo XIX y conservada bajo estilo colonial; y la Ex Casa de la Virreina (Perú 381), un solar levantado en 1782, el cual se posicionó durante mucho tiempo como una de las mansiones más lujosas de la Ciudad.
Muy cerca, en el barrio de Monserrat, otra de las casonas de personajes históricos es la de María Josefa Ezcurra (Alsina 463), cuñada de Juan Manuel de Rosas, uno de los gobernadores de Buenos Aires y presidente de la Argentina. La edificación data de 1836, tiene influencias del renacimiento italiano y se ubicó como un importante centro de reuniones políticas.

El itinerario continúa por Defensa, entre Moreno y Belgrano, donde se erige una construcción de tipo colonial que perteneció a Bernardino Rivadavia, el primer presidente argentino. La casa data de 1780.

sábado, 29 de junio de 2013

A LA DERIVA - UN CUENTO DE HORACIO QUIROGA

El hombre pisó algo blanduzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento, vió una yararacusú que arrollada sobre sí misma esperaba otro ataque.
El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vió la amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó de plano, dislocándole las vértebras.
El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violeta, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.
El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que como relámpagos habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le arrancó un nuevo juramento.
Llegó por fin al rancho, y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba.
--¡Dorotea!--alcanzó a lanzar en un estertor.--¡Dame caña!
Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno.
--¡Te pedí caña, no agua!--rugió de nuevo.--¡Dame caña!
--¡Pero es caña, Paulino!--protestó la mujer espantada.
--¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!
La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.
--Bueno; esto se pone feo--murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa morcilla.
Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos, y llegaban ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.
Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sentóse en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pucú.
El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito--de sangre esta vez--dirigió una mirada al sol que ya trasponía el monte.
 La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente dolorido. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.
La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.
--¡Alves!--gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.
--¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor!--clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo.--En el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva.
El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una majestad única.
El sol había caído ya cuando el hombre, semi-tendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.
El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en Tacurú-Pucú.
El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a su ex-patrón míster Dougald, y al recibidor del obraje.
¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay.
Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que había pasado sin ver a su ex-patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.
De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho. ¿Qué sería? Y la respiración también...
Al recibidor de maderas de míster Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Deseado, un viernes santo... ¿Viernes? Sí, o jueves...
El hombre estiró lentamente los dedos  de  la mano.

--Un jueves... Y cesó de respirar.

HORACIO QUIROGA

jueves, 27 de junio de 2013

CARTAS A UN JOVEN POETA DE RAINER MARIA RILKE - Entrega III




Viareggio, cerca de Pisa (Italia), a 23 de abril de 1903
Me ha causado gran alegría, estimado y distinguido señor, con su carta de Pascua, que me revela lo mucho de bueno que tiene usted. La forma en que me habla del grande y dilecto arte de Jacobsen me demuestra que no estuve desacertado al querer encaminar su vida, con sus múltiples problemas, hacia esa fuente de riqueza y plenitud.
Ante usted abrirase ahora Niels Lyhne, libro lleno de maravillas y de honduras. Cuanto más se lee, más parece que todo está contenido en él: desde el perfume más sutil de la vida, hasta el rico e intenso sabor de sus frutos más grávidos. Ahí no hay nada que no haya sido captado, comprendido, sentido. Nada que no haya sido descubierto y reconocido entre las trémulas resonancias del recuerdo. Ningún suceso vivido, por insignificante que parezca, es tenido en poco. El más pequeño lance, el episodio más
insignificante que parezca, es tenido en poco. El más pequeño lance, el episodio más nimio, se desarrolla cual si fuese todo un destino. Y hasta el destino mismo es como un tejido amplio y maravilloso, en cuya trama cada hilo es guiado con infinita ternura por una mano cariñosa, y colocado a la vera de otro hilo, para ser sostenido y conllevado por otros mil.
Usted sentirá la dicha de leer este libro por primera vez, e irá adelantándose por entre sus innumerables sorpresas como en un sueño jamás soñado antes. Mas yo puedo asegurarle que siempre se vuelve a pasar con igual asombro a través de tales libros, sin que nunca lleguen a desprenderse de su poder prodigioso, ni pierdan nada del mágico encanto en que por primera vez envolvieron al lector. Es cada vez más intenso el deleite que nos brindan y más honda nuestra gratitud hacia ellos. De algún modo nos volvemos mejores y más sencillos en el mirar; se hace también más profunda nuestra fe en la vida, y en la vida misma llegamos a ser más venturosos, más nobles.
Luego debe leer usted el admirable libro que nos cuenta el destino y los anhelos de María Grubbe, así como las cartas de Jacobsen, las hojas de su diario, los fragmentos. Y, por último, sus versos, que aunque no muy bien traducidos, viven y vibran con resonancias infinitas. Le aconsejaría que cuando usted tuviera alguna oportunidad para ello, comprara la bella edición de las obras completas de Jacobsen, que contiene todo eso. Ha sido publicada una buena traducción en tres tomos por el editor Eugen Diederichs de Leipzig; creo que su precio es de cinco o seis marcos por cada tomo.
Desde luego, con su parecer acerca de Aquí deben florecer rosas, esa obra de incomparable finura y forma, tiene usted sin duda toda la razón contra quien escribió el prólogo. Deseo que desde ahora y aquí mismo quede formulado este ruego: lea lo menos posible trabajos de carácter estético-crítico: o son dictámenes de bandería, que por su rigidez y su falta de vida han llegado a petrificarse y a perder todo sentido, o bien tan sólo hábiles juegos de palabras, en que prevalece hoy una opinión y mañana la contraria. Las obras de arte viven en medio de una soledad infinita, y a nada son menos accesibles como a la crítica. Sólo el amor alcanza a comprenderlas y hacerlas suyas: sólo él puede ser justo para con ellas. Dese siempre la razón a sí mismo y a su propio sentir, frente a todas esas discusiones, glosas o introducciones. Si luego resulta que no está en lo cierto, ya se encargará el natural desarrollo de su vida interna de llevarle paulatinamente y con el tiempo hacia otros criterios. Deje que sus juicios tengan quedamente y sin estorbo alguno su propio desenvolvimiento. Como todo progreso, éste ha de surgir desde dentro, desde lo más profundo, sin ser apremiado ni acelerado por nada. Todo está en llevar algo dentro hasta su conclusión, y luego darlo a luz; dejar que cualquier impresión, cualquier sentimiento en germen, madure por entero en sí mismo, en la oscuridad, en lo indecible, inconsciente e inaccesible al propio entendimiento: hasta quedar perfectamente acabado, esperando con paciencia y profunda humildad la hora del alumbramiento, en que nazca una nueva claridad. Este y no otro es el vivir del artista: lo mismo en el entender que en el crear.
Ahí no cabe medir por el tiempo. Un año no tiene valor y diez años nada son. Ser artista es: no calcular, no contar, sino madurar como el árbol que no apremia su savia, mas permanece tranquilo y confiado bajo las tormentas de la primavera, sin temor a que tras ella tal vez nunca pueda llegar otro verano.
A pesar de todo, el verano llega. Pero sólo para quienes sepan tener paciencia, y vivir con ánimo tan tranquilo, sereno, anchuroso, como si ante ellos se extendiera la eternidad. Esto lo aprendo yo cada día. Lo aprendo entre sufrimientos, a los que, por ello, quedo agradecido. ¡La paciencia lo es todo!
 Richard Dehmel4: Con sus libros -dicho sea de paso, también con el hombre- me ocurre esto: En cuanto doy con una de sus bellas páginas, siento siempre temor ante la próxima, que tal vez pueda destruirlo todo y trastrocar lo que es digno de aprecio en algo indigno. Lo ha caracterizado usted muy bien con las palabras "vivir y crear como en celo". Así es: el vivir las cosas como las vive el artista se halla tan increíblemente cerca del mundo sexual, del sufrimiento y del goce que éste entraña, que ambos fenómenos no son, bien mirados, sino distintas formas de un mismo anhelo, de una misma bienandanza. Y si en lugar de celo se pudiera decir "sexo", en el sentido elevado, amplio y puro de este concepto, libre y por encima de todas las sospechas con que haya podido enturbiarlo algún error o prejuicio dogmático, entonces el arte de Dehmel sería grandioso y de infinito valor. Grande es su fuerza poética y tan impetuosa como un impulso instintivo. Lleva en sí ritmos propios, libres de prejuicios y miramientos, y sale brotando de él cual de montañas en erupción.

Sin embargo, no parece que esta fuerza sea siempre del todo sincera, ni esté desprendida de toda afectación. (Pero en ello, por cierto, está una de las pruebas más duras, impuestas al genio creador, que debe permanecer siempre inconsciente de su propia valía, sin sospechar siquiera sus mejores virtudes, so pena de hacerles perder su candor y su pureza). Además, cuando esa fuerza del poeta, atravesando tumultuosamente todo su ser, alcanza los dominios del sexo, ya no encuentra al hombre tan puro como ella lo necesitaría. Pues ahí no hay un mundo sexual del todo maduro, puro, sino un mundo que no es bastante humano, que solo es masculino; que es celo, ebriedad, juicios y orgullos, con que el hombre ha desfigurado y gravado el amor. Por amar meramente como hombre y no como humano, hay en su modo de sentir el sexo algo estrecho, salvaje en apariencia, lleno de rencor y malquerer; algo meramente transitorio y falto de contenido eterno, que rebaja su arte, volviéndolo ambiguo y dudoso. De este arte, que no está sin mácula y lleva marcado el estigma del tiempo y de la pasión, poca cosa podrá subsistir y perdurar. (Esto mismo ocurre con casi todo arte). No obstante, podemos complacernos hondamente en cuanto ahí hay de grande. Sólo hay que procurar no perderse ni volverse partidario de ese mundo dehmeliano, tan lleno de angustias infinitas, confusión y desorden, que dista mucho de los destinos verdaderos. Estos hacen sufrir más que esas tribulaciones pasajeras; en cambio, dan mayor oportunidad para llegar a lo sublime y más valor para alcanzar lo eterno.
En cuanto a mis propios libros, mi mayor gusto sería enviarle todos los que pudieran causarle alguna alegría. Pero soy muy pobre, y mis libros, una vez publicados, ya no me pertenecen. Ni siquiera los puedo comprar para darlos, como a menudo sería mi deseo, a quienes sabrían acogerlos con amor. Por esto le indico en una cuartilla los títulos y los editores de mis libros últimamente publicados -de los más recientes, se entiende, pues entre todos son ya unos doce o trece los que he dado a la imprenta-, y debo, estimado señor, dejar a su voluntad el encargar alguno de ellos, cuando se le presente la ocasión.
Me es grato saber que mis libros están con usted. Adiós.
Su  Rainer Maria Rilke