Amor prohibido
Subes centelleante de labios y de ojeras!
Por tus venas subo, como un can herido
que busca el refugio de blandas aceras.
Amor, en el mundo tú eres un pecado!
Mi beso en la punta chispeante del cuerno
del diablo; mi beso que es credo sagrado!
Espíritu en el horópter que pasa
¡puro en su blasfemia!
¡el corazón que engendra al cerebro!
que pasa hacia el tuyo, por mi barro triste.
¡Platónico estambre
que existe en el cáliz donde tu alma existe!
¿Algún penitente silencio siniestro?
¿Tú acaso lo escuchas? Inocente flor!
... Y saber que donde no hay un Padrenuestro,
el Amor es un Cristo pecador!
Ausente
Ausente! La mañana en que me vaya
más lejos de lo lejos, al Misterio,
como siguiendo inevitable raya,
tus pies resbalarán al cementerio.
Ausente! La mañana en que a la playa
del mar de sombra y del callado imperio,
como un pájaro lúgubre me vaya,
será el blanco panteón tu cautiverio.
Se habrá hecho de noche en tus miradas;
y sufrirás, y tomarás entonces
penitentes blancuras laceradas.
Ausente! Y en tus propios sufrimientos
ha de cruzar entre un llorar de bronces
una jauría de remordimientos!
CÉSAR VALLEJO
muy bueno¡¡¡¡
ResponderEliminarPara muchos poetas CESAR VALLEJO ha sido un maestro, ES un guía, creo que está entre los poetas más grande de todos los tiempos. En Cuba es muy valorado, mejor... donde más... este es mi pequeño homenaje a Cesar Vallejo.
ResponderEliminarescambray.arimao@gmail.com
ELEGÍA A CÉSAR VALLEJO
Autor Adalberto Ranssell-Leví
Valencia 2oo2
Vallejo,
no Alfonso, no Buero, ni José Joaquín,
ni Valle-Inclán,
ni Valls de Tarragona en Alto Campo,
ni planeta, ni otra cosa.
Ni César regidor de ejércitos,
sino César redentor de versos, siempre,
menos mal para bien de la metáfora,
para mar de luces en su estómago
ahíto de lámpara en trozos
y de cuerpo sin alas, sólo brazos
España, Aparta de mí este Cáliz.
No alcanzo a tu libro
con mi bolsillo solo,
pero sudo y tengo ganas
y caigo a veces como muerto, moribundo,
casi vivo... a espumarajos, boca a boca,
(Bendita San Miguel) al verso
borracho mío, lírico. Infinito,
imparcialmente, insujeto
me vuelvo en mi lóbrego mamífero
y me peino corpóreo y agónico
y hablo sin medidas,
sufro sin ornamentos,
y recuerdo gustoso
a la que comparte mi sangre con sus hijos
y no arma un dos por latitudes,
mientras apacienta en su uno dulce y triste
la mísera esperanza,
la violencia de sus ganas.
Yo digo que no hay cicatriz en alma de la bala,
sino cadáver en el plomo yerto,
y digo que no hay espacio en el surco de la herida;
sino dolor en la sangre pública.
Y digo: claro,
voy a roer el silencio de la noche,
su quietud.
Ahora mismo tengo...
sed y hambre
y como y bebo
y me harto y soy triste.
Yo digo que no hay suma en el reloj,
sino dos puñales que restan en constante trazo
y digo en mi apariencia humana,
que no hay minuto adorable,
sino gesto, dolor, palabra, cero.
Y así en bruto ando a pie y con el brazo
que por su cuenta rehusó ser ala
contra mi reino y contra el otro,
infértil a la plegaria,
fecundo en los flecos de la bandera,
rebelde en la pose del asta,
flotando al viento, al frío, al filo de las garras,
incurable, inservible al rey y al verdugo.
Al azote sólo dejo su cansancio,
a la corona ver mi trono intransferible,
mi irredenta cabeza.
Después de todo esto,
no me santifiquen,
no me quiten la culpa,
no salven a mis siglos con un velo de luz
que también es culpable la tardanza del alba.
Y que no digan de mi vino extinto,
de mi pan yerto de contrista levadura,
repudiada y sorda en paz… post-yo.
Que no digan de los vivos, de los que vivieron,
de mis matadores,
de los redondeles.
Siempre pasa.
Que no… cuando lleguen a dos mis dos maletas,
mi ciudad al fin, mi jueves de lluvia y mi bandera.
Que no… que no alimento a la quimera en mí.
Que no estoy utópico… Que no, que no… tal vez
cuando yo muera… de pura vida como tú, Cesar, vivo.